Tengo una extraña sensación. Es domingo y el día está feo,
sin embargo, quiero salir a probar mis zapatillas nuevas. No sé, quiero
caminar, trotar, o subir el cerro. ¿Yo? Si yo.
Anoche comí un cerro de panqueques con manjar, así que no
tengo claro si es que mi cuerpo se está acostumbrando a ejercitarse o si la
culpa me indica que tengo que ir a quemar como sea esas calorías que ingerí de
más.
Me metí al baño, me di una ducha y salí lista para la
guerra, ouch hasta que… ouch, hasta ouch, oooouchhh, me duele la guatita.
Pienso que no debe ser nada y me sigo vistiendo. Me voy a poner las zapatillas
y ouch, no alcanzo porque ouch! Me tengo que ir de carrerita al baño (a buen
entendedor…). Enseguida me sentí mejor, pero a los 5 minutos…ouch y carrerita,
a los 20 minutos ouch + carrerita y el mismo combo cada 10 minutos
¿Será que soy muy intensa para todo? Nooo, ella no se podía
comer dos panqueques, ni siquiera 3. Comiendo como pajarito toda la semana y de
un sopetón me metí como 6 panqueques en la noche y otros cuantos en la mañana. Era
obvio que me iba a enfermar de la guata.
Todo el día tirada en la cama hecha un rollito. No tenía
ánimo ni para cambiar la tele, así que me tuve que mamar como 6 documentales al
hilo de la relación entre “deidades y extraterrestres” del History Channel, en
resumen: mátenme por piedad. El ánimo solo daba para correr cada tanto al baño
y salir con cara de humillación. ¿Mencioné que estaba en la casa de mi pololo?,
en serio: Mátenme. Recién me sentí bien como a las 10 de la noche, después de
haber tomado mil agüitas de hierbas y el “arroz cocido” que me llevó Daniel.
Día absolutamente perdido por culpa del atracón de
panqueques. Hasta ahí no más llegaron las ganas de ejercitarme. Pero de alguna
manera debo haber perdido todas esas calorías…digo.
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