Como ayer fue un día agotador y todavía ando un poco
debilucha tengo pensado pasar un día tranquilo. Me desperté tempranito y tomé
desayuno en cama. Cuando me disponía a llevar la bandeja de vuelta a la cocina
me llega un mensaje de texto:
-
“llego en
15 minutos”.
Era mi entrenador, le respondo el
mensaje explicándole que debe haber una equivocación, porque ya entrenamos
ayer.
-
“Eeeeeh
no, nos toca hoy porque el lunes fue feriado y tenemos que recuperar. Ayer te
dije”.
Cierto, ayer me dijo, pero pensé que me estaba molestando. RE-CU-PE-RAR:
¿Qué es eso? ¿Me pegué en la cabeza y viajé en el tiempo y resulta que estoy en
el colegio y tengo que recuperar clases?
Como pude tiré la bandeja para la cocina, medio me lavé la
cara, me amarré el pelo y me puse algo de desodorante. En tiempo récord estaba
lista para el ejercicio ¡Cresta, el pijama!, ¿Dónde dejé el pantalón de buzo?
Claro, en la ropa sucia, si hoy no tocaba. ¡Me falta una zapatillaaa! ¿Y mi
otra calceta? ¡Aaaay noooo el citófono! Con una mano me pongo el pantalón y con
la otra contesto.
-¿Aló?
-Hola: Te espero abajo
vamos a trabajar en el parque hoy.
¡Por la cresta!, todavía tenía que lavarme los dientes,
terminar de vestirme y agarrar las cosas para salir.
De algún modo lo logré y corrí a tomar el ascensor con el
desayuno a punto de salirme por la nariz. Lo bueno de tener un hombre al que le
estás pagando para que te torture, es que no tienes que preocuparte de verte
bonita. Después de todo te ve chascona, sudorosa y colorada, pero no de la
manera sexy que podría aparecer en un comercial de bebida isotónica, no. Te ve
hecha bolsa, en tu peor momento. Sabe cuánta grasa extra tienes, sabe dónde no
tienes nada y debieras tener harto y para peor te ve en posiciones muy
indignas.
No me quedó otra que poner la mejor cara y hacerme la idea
de que hay que entrenar. El día está bonito, no hace frío y en realidad si
quiero cambios eso de “recuperar clases” ya no suena tan mal.