domingo, 29 de julio de 2012

Día 9: Re-cu-pe-ra-ción



Como ayer fue un día agotador y todavía ando un poco debilucha tengo pensado pasar un día tranquilo. Me desperté tempranito y tomé desayuno en cama. Cuando me disponía a llevar la bandeja de vuelta a la cocina me llega un mensaje de texto:
-        “llego en 15 minutos”.
Era mi entrenador, le respondo el mensaje explicándole que debe haber una equivocación, porque ya entrenamos ayer.
-        “Eeeeeh no, nos toca hoy porque el lunes fue feriado y tenemos que recuperar. Ayer te dije”.
Cierto, ayer me dijo, pero pensé que me estaba molestando. RE-CU-PE-RAR: ¿Qué es eso? ¿Me pegué en la cabeza y viajé en el tiempo y resulta que estoy en el colegio y tengo que recuperar clases?
Como pude tiré la bandeja para la cocina, medio me lavé la cara, me amarré el pelo y me puse algo de desodorante. En tiempo récord estaba lista para el ejercicio ¡Cresta, el pijama!, ¿Dónde dejé el pantalón de buzo? Claro, en la ropa sucia, si hoy no tocaba. ¡Me falta una zapatillaaa! ¿Y mi otra calceta? ¡Aaaay noooo el citófono! Con una mano me pongo el pantalón y con la otra contesto.
-¿Aló?
-Hola: Te espero abajo vamos a trabajar en el parque hoy.
¡Por la cresta!, todavía tenía que lavarme los dientes, terminar de vestirme y agarrar las cosas para salir.
De algún modo lo logré y corrí a tomar el ascensor con el desayuno a punto de salirme por la nariz. Lo bueno de tener un hombre al que le estás pagando para que te torture, es que no tienes que preocuparte de verte bonita. Después de todo te ve chascona, sudorosa y colorada, pero no de la manera sexy que podría aparecer en un comercial de bebida isotónica, no. Te ve hecha bolsa, en tu peor momento. Sabe cuánta grasa extra tienes, sabe dónde no tienes nada y debieras tener harto y para peor te ve en posiciones muy indignas.
No me quedó otra que poner la mejor cara y hacerme la idea de que hay que entrenar. El día está bonito, no hace frío y en realidad si quiero cambios eso de “recuperar clases” ya no suena tan mal.

sábado, 28 de julio de 2012

Día 8: "Yo, penca"




3 días seguidos sin ejercicio y el bioritmo marmotil ya se había apoderado de mi otra vez. Pero ya estaba embarcada en esto y había que vestirse no más y entrenar. Con la carita llena de risa.
A las 10 de la mañana llegó el entrenador y no llegó solo. Traía consigo unos aparatos raros, llenos de cuerdas y poleas.  Como yo lo veo, eran sofisticados adminículos destinados a la tortura.
Teo, mi gato estaba aún más intrigado que yo. Seguía minuciosamente cada uno de mis movimientos y cada vez que bajaba sonaba el eco de un tierno miau.
Definitivamente mis peores enemigos son las sentadillas y las flexiones de brazos. Me sorprende la poca conciencia que uno tiene de lo penca que se puede llegar a ser. Y claro, porque una cosa es cumplir o no con los cánones de belleza establecidos, en cuanto a estatura, peso y contornos. Pero otra muy distinta es la cuestión de qué tan preparado está tu cuerpo para sostenerte a ti. Casi una cosa de supervivencia. Veámoslo así: Si yo sufriera un accidente cayendo desde una gran altura, pero tuviera la posibilidad de sobrevivir al quedar colgando de un andamio yo diría que estaría perdida. ¿Por qué? Por penca. Mis manos y brazos no son capaces de soportar mi propio peso. Lo mismo si tuviera que salvar a alguien sujetándolo con mis piernas: penca, penca. Ni si quiera mi cuello es capaz de soportar el peso de mi propia cabeza y se fatiga con frecuencia. Ultra penca. Mi nula capacidad aeróbica no me ayudaría al momento de arrancar de un ladrón, o un perro, ni de mi gato. No puedo parar de ser penca.
Así que tengo una nueva motivación: a las antiguas motivaciones más triviales de adelgazar y perder peso se suma ahora una aún más importante. Quiero dejar de ser penca. Me gustaría que mi cuerpecito de marmota fuera una maquinita bien ajustada. No un Ferrari ni mucho menos, me conformo con un Fito aperrador, que sea capaz de remolcar a otros y que sea capaz de subir un cerro. Superar mis límites y descubrir de que es capaz mi cuerpo me parece una aventura interesante. De lo menos penca que hay.


Día 7: Checklist



Dia 7: feriado
Me quiero morir. Me duele todo y estoy deshidratada. Las ganas que tenía ayer de hacer ejercicio han desaparecido por completo. Así que este será un remember de marmota. Dejé de dar lástima en el departamento de mi pololo y me vine al mío. 



Black Out cerrada: Checked
Scaldassono prendido: Checked
Calefactor programado: Checked
Comida de enfermos: Checked.

Buenas noches marmotas.

miércoles, 25 de julio de 2012

Día 6: Pan para hoy...




Tengo una extraña sensación. Es domingo y el día está feo, sin embargo, quiero salir a probar mis zapatillas nuevas. No sé, quiero caminar, trotar, o subir el cerro. ¿Yo? Si yo.
Anoche comí un cerro de panqueques con manjar, así que no tengo claro si es que mi cuerpo se está acostumbrando a ejercitarse o si la culpa me indica que tengo que ir a quemar como sea esas calorías que ingerí de más.
Me metí al baño, me di una ducha y salí lista para la guerra, ouch hasta que… ouch, hasta ouch, oooouchhh, me duele la guatita. Pienso que no debe ser nada y me sigo vistiendo. Me voy a poner las zapatillas y ouch, no alcanzo porque ouch! Me tengo que ir de carrerita al baño (a buen entendedor…). Enseguida me sentí mejor, pero a los 5 minutos…ouch y carrerita, a los 20 minutos ouch + carrerita y el mismo combo cada 10 minutos
¿Será que soy muy intensa para todo? Nooo, ella no se podía comer dos panqueques, ni siquiera 3. Comiendo como pajarito toda la semana y de un sopetón me metí como 6 panqueques en la noche y otros cuantos en la mañana. Era obvio que me iba a enfermar de la guata.
Todo el día tirada en la cama hecha un rollito. No tenía ánimo ni para cambiar la tele, así que me tuve que mamar como 6 documentales al hilo de la relación entre “deidades y extraterrestres” del History Channel, en resumen: mátenme por piedad. El ánimo solo daba para correr cada tanto al baño y salir con cara de humillación. ¿Mencioné que estaba en la casa de mi pololo?, en serio: Mátenme. Recién me sentí bien como a las 10 de la noche, después de haber tomado mil agüitas de hierbas y el “arroz cocido” que me llevó Daniel.
Día absolutamente perdido por culpa del atracón de panqueques. Hasta ahí no más llegaron las ganas de ejercitarme. Pero de alguna manera debo haber perdido todas esas calorías…digo.

domingo, 22 de julio de 2012

Día 5: Las zapatillas perfectas




Sigo adolorida, pero mi existencia es menos patética que ayer. Mi entrenador me dejó la tarea de buscar unas zapatillas aptas para running. Me dio el dato de que en Irarrázaval existen varias tiendas de descuento de buenas marcas deportivas. Así que partí con todo mi espíritu deportivo un sábado en la mañana a buscar mis zapatillas. Tenía claro lo que quería: que fueran oscuras, ojalá negras para que sean combinables, tal vez con un toquecito de color, de preferencia no rosado y que fueran “piolas”, no muy recargadas.
Parece que ha pasado demasiado tiempo desde que me compré las últimas zapatillas deportivas. Al parecer, las dejaron de fabricar los siempre confiables humanos y hace rato que tienen outsourcing con Júpiter o algo parecido. ¿Qué onda las zapatillas? ¿Por qué son todas tan galácticas? Y las que no son galácticas son las clásicas zapatillas blancas que me cargan (por poco sentadoras, por “sucias” por ñoñas. Y en el caso de los machos ¿hay un look más feo que un hombre con jeans y zapatillas blancas? El mocasín se le acerca peligrosamente).
Además hay unos modelos rarísimos que parecen canoas con la planta grande como plataforma y redondeada hacia el talón. Son la nueva promesa de un cuerpo perfecto “con sólo caminar”. Mi entrenador ya me había advertido de “esas”  y me había pedido que no las comprara.
Después de probarme uno que otro par encontré unas que no me desagradaron tanto. Y a pesar que no cumplía con ninguno de los requisitos que mencioné antes, las encontré choras.  Son más bien blancas, medio galácticas y con harto rosado…ya sé. Todo lo contrario a lo que quería. Pero para toda la tecnología pipirisnais que tenían eran la mejor elección por precio y calidad.
Bueno el dato de David. Para alguien trapero esto es algo así como el paraíso. Para mí, que me carga en la misma medida comprar ropa y zapatos, fue un trámite exitoso. Ahora habrá que ver que dice el entrenador de mi nueva adquisición.

viernes, 13 de julio de 2012

Día 4: Un sabio consejo. Si va a entrenar no lo haga con la caña.




Mi entrenador me había dicho que iba a tratar de no dejarme muy adolorida. Yo creo que el pobre no dimensionó mi categoría marmotil, porque si bien no quedé destruida al nivel de quedarme en cama si quedé muy adolorida.
¿Sabían ustedes que tenemos músculos en el pecho, la espalda, las piernas y los brazos?
Bueno, parece que mi cuerpo se dio por enterado sólo desde ayer.
Mi día de ayer fue básicamente una seguidilla de patéticos y torpes movimientos. Bajar escaleras, subirme a un auto, rascarme la cabeza, sonarme los mocos toooooodoooo doooliiiiiiiaaaaaa. Mi consuelo era que estaba padeciendo un dolor "bueno" un dolor positivo en mi vida. Una especie de medallita que decía que el primer paso y el más difícil ya había sido dado. El de los ejercicios... cumplir la dieta fue otro tema...
Mi almuerzo fue un italiano con una coca light (ooobvio), 500 calorías al toque. ¿Sentimiento de culpa? Cero.
A la noche salí a cenar con mi pololo, no sin antes pasar 20 minutos tratando de subirme de manera digna a su auto. (no lo logré, por cierto). Fuimos en busca de comida mexicana. Burritos, tortillas integrales, todo bien. El error vendría enmascarado en un bello vaso azul de vidrio soplado: Un tequila margarita. Un sorbito, otro sorbito y la patuda lo mandó de vuelta porque estaba "desabrido" según yo. Me lo trajeron más fuerte y mucho más sabroso. La comida estaba riquísima, la compañía buenísima, la conversación animada y...bah? me la tomé toda?..¡Otra por favor!
El segundo margarita duró menos que un pollo pa' ocho. Y recién ahí me acordé que después del completo no había comido nada más (tengo que comer cada dos horas), pero como me había engullido varios burritos pensé que el tequila no me afectaría.
Ayyyy tequila, tequila. Tan sabroso y traicionero. Mitad elixir mitad pócima borra memoria. 
Daniel me vino a dejar a mi casa. Me acuerdo de un beso en la puerta del edificio, me acuerdo de abrir la puerta del departamento, me acuerdo de mi gato saliendo a recibirme y no me acuerdo de más. En algún momento me puse el pijama, asumo que me lavé los dientes y me acosté. El siguiente recuerdo que tengo es del despertador sonando tempranito. Lo apagué porque ¿pa que me iba a levantar tan temprano? Huelga decir que la luz de mi pieza seguía prendida. Unos minutos después suena el celular. Era mi pololo. En algún minuto de lucidez le había pedido que me llamara temprano porque me tocaba entrenamiento. 
¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!, ME TOCABA ENTRENAMIEEEEENTOOOOOOOOOOOO.
¿Por qué a mi? Adolorida a más no poder y con caña. Esto debía ser una pesadilla. 
Cómo pude me arrastré hasta la cocina y me preparé un cortado. Me lavé la cara un rato largo con agua helada. ¿Me ducho? No alcanzo. Suena el celular de nuevo. Esta vez era mi entrenador. Me pidió que bajara porque el día estaba lindo, ideal para ir al parque a entrenar. ¡Yupiiiiii! Sooooool y deporte, la mezcla favorita de los encañados. Agarré los lentes de sol más grades que pude encontrar, saqué un jugo del refri y bajé refunfuñando.
Cuando llegamos al parque, sin embargo, se me quitó la cara de traste. Me acordé del por qué de todo ésto. De por qué me acompañaba un entrenador y por qué vestía buzo y zapatillas. Así que con la mejor cara me dispuse a ejercitarme. Hice la rutina completita. Adolorida y encañada, pero la hice. Lo más probable es que mañana amanezca peor. Más adolorida que antes, pero también más sana.
Y recuerde: si va a entrenar no lo haga con caña.

Día 3: Mmmmm ¿Cómo decirlo?



¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYY!!!!!!!!
ME DUELE TOOOOODOOOOOO.

miércoles, 11 de julio de 2012

Día 2: "Réquiem para una marmota"




Anoche dormí pésimo. Antes de acostarme hablé por teléfono con mi amiga Maca y le conté lo del “Personal Trainer”, lejos de darme coraje y felicitarme por tan saludable iniciativa, se dedicó a infundirme terror. “¿Pero no te da miedo meter a un desconocido en tu casa?”…gluc! No lo conozco, tenía toda la razón. Lo había visto sólo una vez y me había parecido confiable. Una vez sembrada la semilla de la paranoia en mi cabeza no podía dejar de pensar en todas las maneras posibles en que el “personal trainer” me podría asesinar. ¿Y que tal si en vez de perder kilos …perdía la vida…? ¡noooooooooooooooooooo!. Entre pesadilla y pesadilla decidí que llamaría a primera hora al “presunto asesino” y le diría que mi pololo se había puesto celoso y que no era buena idea y que él iba a pagar y varias chivas más. Traté de seguir durmiendo, antes de conciliar el sueño otro pensamiento comenzó a bailar en mi cabeza. ¿Qué tal si esta era la perfecta excusa para seguir siendo marmota? Cuatro horas antes estaba tan decidida a cambiar mi vida, mis rutinas, mi salud ¿y ahora por un comentario me iba a seguir revolcando en mi marmotismo? No, no no. A dormir que mañana hay que levantarse llena de energía para ejercitarse…y con la carita llena de risa.
Desperté a las 8 y media, justo una hora antes de que llegara David, el “estrenaol”. Mientras me hacía desayuno no podía dejar de pensar una y otra vez si era buena idea. Decidida tomé el teléfono y lo llamé para decirle que no viniera y le daría las excusas que ya había masticado bastante.
-Aló
-Aló David, hola…eh ¿Ya vienes en camino?
-Sí, ya voy en la micro.
- Aaaah, ya…eh… eso quería saber. No vemos…
No me atreví a decirle que no viniera. De verdad quiero dejar de ser una marmota, pero no me quiero poner en riesgo. Así que idee un plan. Bajé a hablar con mi conserje Don Juan. Algo así como mi ángel guardián desde que me cambié a este edificio. Le dije que le pediría un favor raro. (A estas alturas ya está acostumbrado). Mi encargo esta vez sería que cuando mi entrenador llegara Don Juan le exigiría llenar una ficha con sus datos y le retendría el carnet de identidad hasta que se retirara, que de otra manera no podía autorizar su ingreso.
Don Juan es un seco, revivió sus años de gloria en carabineros y cumplió con creces mi encargo.
Finalmente David llegó a mi departamento, listo para comenzar mi entrenamiento. Una razón importante por la cual lo elegí a él para esta tarea es que me cayó bien. Es “livianito de sangre” como diría mi mamá. Ni sobrado, ni fantoche, ni mijito rico, ni “pasao pa la punta”. Es un piola que me habla de su polola y de su gato con el mismo cariño. Teo, mi gato le agarró buena al tiro y se acostó en su mochila.
-“Ya, ¡manos a la obra!
Me subí a mi bicicleta elíptica ya acostumbrada a su vida de perchero. Me pidió que calentara unos ocho minutos en la intensidad más baja. Yo pedaleaba y él tomaba notas. No podía dejar de imaginar la de rollos que se estaría pasando mi pololo en este momento. Me había tirado ya un par de frases célebres que demostraban que no le era del todo indiferente que otro hombre estuviera a solas conmigo. A Daniel, yo no lo consideraría un celoso, ni él tampoco. Pero tiene esa cuota necesaria de macho alpha territorial. Cuando supo que el entrenador vendría a mi casa su primera frase sonó más bien paternal:
-        “¿y ese entrenador no tiene un gimnasio ponte tuuuuuuú?
Entendió mi argumento de que no me quería encerrar en un gimnasio para adoptar el hábito de ejercitarme en cualquier lugar.
Y hoy temprano cuando le conté del miedo que me había metido mi amiga y del plan que tenía con el conserje su frase fue:
-        “Osea que una mina deje entrar a un musculín en su casa puede dar señales confusas, no crees tú?
Le expliqué que no era un musculín prototipo de personal trainer de película porno, se relajó y me dijo q en venganza contrataría a una profesora de yoga para que fuera a su casa (mientras no sea la de “Soltera otra vez” todo bien).
Luego del calentamiento pasamos a las sentadillas, penosos sonidos salían de mis rodillas. Y ante mi cara de plancha David me iba explicando porque sonaban, como se corregía y me alentaba a hacer 2 series más. Luego mi mat de Yoga sirvió como una perfecta colchoneta. Todo tipo de abdominales, estiramientos y repeticiones siguieron el circuito de ejercicios preparados por el profesor. Teo aprovechaba de rodar y ronronear alrededor mío. A pesar de los pronósticos de David, este se sorprendió con mi resistencia en los ejercicios. Años de yoga habían dado sus frutos. Pero aun quedaba muuuucho por delante. El siguió anotando cosas en su libreta y yo solo le pedía que no me dejara destruida en la primera clase. Empeñosa pero no mártir.
Terminó la hora de entrenamiento y debo reconocer que se me hizo corta. Fue entretenido, menos torturador de lo que había pensado y para mi suerte, David resultó no ser Jack el destripador. Pero si un entrenador informado, bien pedagógico y motivador. Quedé contenta con mi elección.
Quedamos de vernos el viernes a la misma hora y si no hace mucho frio iremos a las maquinitas del parque. Me dejó tarea para la casa eso sí. Mañana tengo que andar en bici o caminar por lo menos media hora.


Después de que el entrenador se fue, me senté en mi cama para tomarme un cafecito con leche y sin darme cuenta perdí la conciencia y desperté  a las 2 de la tarde. Estaba raja. Raja, pero feliz. El primer paso para dejar de ser una marmota había sido dado.
El resto del día lo ocupé trabajando para un pituto y contando calorías, llevando un registro de todos los alimentos que me llevé a la boca. Tarea tediosa, puesto que mi resistencia a la insulina me obliga a comer cada dos horas. Una aplicación en mi BlackBerry me ayuda a llevar un record más ordenado para no pasarme de las 1.500 calorías que tengo que comer.
A las 8 de la noche ya no daba más. Muerta de sueño y de frío me zambullí en mi cama con scaldassono prendido. Una marmota no está acostumbrada a esto, así que supongo que me descompensé, supongo. Mi único temor es que mañana no me pueda mover. O que me duela hasta el pelo. Pero hay algo que no me asusta,  porque de lo que si estoy segura es de que esta noche no escucharé historias horrorosas de crímenes en mi cabeza, me acompañará una melodía profunda y sanadora, algo así como un Réquiem para una marmota.

martes, 10 de julio de 2012

Dia 1: DECISIONES






Lo reconozco: soy una marmota y provengo de un vasto linaje de marmotas. A las que nos gusta comer rico, dormir harto, regalonear, tomar solcito, dormir una siestecita y no hacer nada, pero nada de ejercicio. Una marmotita regalona y feliz. Con hermana marmota y mamá marmota. Mi papá es un raro espécimen que ama ejercitarse y cultivar su físico que se aleja de la morfología marmotoide aun cuando supera los 60 años y su cabeza es blanca como la leche.
En mi juventud fui una marmota suertuda. Era parte de esa clásica “raza maldita”. Pesaba 45 kilos, comía lo que quería sin engordar un gramo y era la envidia de las demás marmotas. Pero a mí no me gustaba. No tenía poto (aun no tengo) los pantalones me sobraban por todos lados y era plana, plana como tabla de planchar. Además me veía más ojerosa y más narigona, medio encorvada…mal. Pero algo pasó a los 18 años. La marmotita se puso curvilínea, apareció un clivage digno de playboy y los pantalones se rellenaban bastante mejor. Así duré varios años, varios. Hasta que la irónica curva de la edad me tomó por sorpresa al cumplir los 30. Como por arte de magia mi metabolismo se volvió sordo, ciego, sordomudo y bueno pal hueveo. Perfiles lipídicos nunca antes vistos por mí, que los triglicéridos, que el colesterol bueno, que el malo…pero uno de esos resultados fue el peor de todos. La curva de insulina salió “malita, malita” como dijo el médico y me detectaron Resistencia a la Insulina. En pocas palabras la marmotita iba de mal en peor. No solo mi metabolismo se había vuelto loco, también mi doctor. Insinuó que dejara el azúcar, las pastas, los chocolates, las bebidas azucaradas, las papas, las paaaaapaaaas, poh. Mucho!!!! El remate de su chiste fue que si no hacía esto me compraba un ticket de ida al fabuloso mundo de la Diabetes (o diavetiiii, como se escucha siempre en la tele). No me quedó otra que hacerle caso y así llevo 4 años alejada de todo lo que más me gusta.
Al principio fue genial, bajé muchísimo de peso y estaba regia. Marmota regia…peeeeeeero. Mi metabolismo volvió a fallar. Por más que eliminé todas las cosas ricas y comía como pajarito, mi peso empezó a aumentar, aumentar y aumentar.
Yo a diferencia de las anoréxicas me veo regia cuando me miro al espejo, pero cuando veo alguna foto tomada recientemente en un evento social…HORROR! “¿Quién es esa señora con brazos de lavandera que está besando a mi pololo?…ah soy yo”. “Qué onda la papada que se me ve en esa foto? Obvio que es efecto de la luz…”.  “Bah! Pero si estos jeans los mandé a ajustar porque se me caían y ahora no me entran? Sería el agua caliente?....” No, no y no. Basta de negaciones. Me dan ganas de abrir mi ventana y gritarle al mundo “ESTOOOOOOY GOOOOOOOOOOORDAAAAAAAAAAAA!!!!!”, pero creo que el mundo ya se dio cuenta y faltaba yo no más.
Así que esta marmota se enfrenta a dos opciones trascendentales.
A)     La fácil: Hacerme una lipo full, pero full. Onda lipoescultura y q me dejen regia, regia, regia. Que me saquen la que me sobra, que me la reubiquen donde me falta, Extreme Make Over made in marmotilandia. Luego de un post operatorio, volveré a mi rica vida de marmota…no suena mal.
B)     La difícil: Contratar un personal trainer pa que me haga mierda y que a punta de gritos y sudor me haga perder toda la esencia marmota que tengo. No tengo en mente la onda sexy del personaaaal traaaainer que va a tuuu caaaasaaaa y uuuuuuuuyy… NO. Quiero irme en la volá de ser un participante de “the biggest looser”, pero sin la vergüenza de las cámaras, una protagonista de “MADE” pero sin el bulling de secundaria gringa. En pocas palabras cambiar mi hábito marmotil.
Lo más lógico es escoger la primera, pero creo que esta vez me iré por el camino largo. Me iré al lado diametralmente opuesto de aquellos que dicen “sin dietas ni ejercicios, sin esfuerzo, sin sudar”.

Me decidí por contratar un personal trainer. Que en su primera intervención me dejó con depresión. Pesó, apretó y calculó todo lo que pudo. Esto es lo que garabateó en un papel.
Edad 34
Peso. 57 (57.8)                                       27,7 KGS DE GRASA
                                                                  35,1 KGS LIBRE DE GRASA
Diámetros:
BRAZO: 27
TÓRAX: 96
CINTURA: 77
CADERA: 91
PIERNA:53
Pliegues:
BICEPS:  27
TRICEPS: 12              
SUBESCAPULAR: 35
SUPRAILIACO: 44                   
ABDOMINAL : 31                    

% GRASA: 39.4          (que debería estar en 29 L )
 Se puso una meta “realista” y me dijo que comenzáramos mañana mismo a las 9:30 de la mañana. Sí, con onda polar y todo.

Veremos que pasa. Veremos si logro vencer a la marmota que todas llevamos dentro.